¿Y si el futuro del diseño no tuviera botones, pantallas ni flujos visuales? En esta charla provocadora e inspiradora se cuestionan muchas de las bases del diseño digital que hoy damos por sentadas. Porque cuando la voz sustituye al toque, cuando la intención vale más que la navegación y cuando los productos nos entienden antes de pedirles nada… ¿qué queda por diseñar? En La Product Conf Madrid, contamos con cuatro expertos para resolver la incógnita: Salvador Valle, Product Design Manager en Harbiz; Andrés Botero, Design Senior Manager en BBVA; Alfonso Morcuende, Design Director en Sngular; y Dayana C. Blanco, Product Design Lead en Schneider Electric y Thiga, como moderadora.
Principales aprendizajes:
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El diseño ya no empieza en la interfaz… ni acaba en ella. Diseñar productos digitales ya no trata únicamente de pantallas, píxeles o componentes. El reto real está en anticiparse a lo que el usuario necesita antes incluso de que lo diga. La interfaz desaparece o se disuelve, y el foco se desplaza hacia lo que ocurre antes, durante y después de cada interacción. Lo importante no es lo que el usuario ve, sino lo que el sistema comprende y ejecuta en segundo plano. Y eso lo cambia todo.
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La conversación es la nueva arquitectura. Estamos entrando en una era en la que los productos digitales se estructuran como una conversación: impredecible, emocional, contextual. Ya no seguimos flujos lineales con principio y fin; ahora respondemos a intenciones que cambian sobre la marcha. Esta nueva arquitectura requiere diseñar pensando en tonos, silencios, memorias, e incluso en cómo se siente hablar con una máquina. El lenguaje se convierte en la experiencia.
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Diseñar para humanos... y para inteligencias no humanas. Hasta ahora diseñábamos para personas. Pero el nuevo escenario nos obliga a crear experiencias que también funcionen para agentes inteligentes. Sistemas que toman decisiones, ejecutan tareas y necesitan entender y ser entendidos. Esto implica un cambio profundo: diseñar no solo para la diversidad humana, sino también para la diversidad algorítmica. Y hacerlo sin perder empatía, ética ni propósito.